Los extraordinarios marcadores de salud de algunas poblaciones de cazadores-recolectores en diferentes puntos del planeta llamaron la atención de investigadores en las últimas décadas. ¿Por qué poblaciones situadas en el Pacífico, Alaska o Paraguay tienen marcadores de salud excelentes y muy parecidos, a pesar de la distancia?
Si observamos las dietas de estos distintos grupos podemos llegar a la conclusión que estas no intervienen significativamente en la consecución de esos marcadores excelentes de salud. Mientras unos basan su aporte calórico en los animales, otros lo hacen en los vegetales y aún otros comen tanto animales como vegetales. Sin embargo, el cambio en los marcadores de salud de alguna tribu esquimal coincidiendo con la introducción de la dieta típica norteamericana, llamó la atención de los investigadores poderosamente, creando una corriente que ha buscado la relación entre dieta y salud con múltiples investigaciones.
Efectivamente, en las últimas décadas, los distintos estudios vienen a demostrar que si hay algo en común entre las diferentes tribus con marcadores de salud excelente, con ausencia de acné, asma, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, algunos tipos de cáncer, osteoporosis, diabetes tipo 2, etc; esto es, la naturalidad de los productos consumidos, es decir, todas estas tribus son cazadores recolectores.
Ante la realidad cada vez más demostrada de una dieta sana, cuya principal característica es consumir productos al margen de las revoluciones agrícolas e industrial, han surgido tendencias como la de los paleodietistas y similares, que defienden con estudios en la mano, la maldad de aquellos productos provenientes de la actividad agrícola, tales como los cereales, legumbres, leches de animales, etc; o de aquellos originados en la revolución industrial, como todos los alimentos procesados. Los paleodietistas abogan por una alimentación lo más parecida posible a la que tenían nuestros antepasados de la edad de piedra, no en vano fue la única que conocimos durante millones de años, siendo muy reciente la incorporación de los nuevos alimentos, a penas 10000 años, con lo que el conflicto dieta-genética está servido.
Lo más interesante de los paleodietistas y otros similares es que aportan estudios serios, publicados en revistas de alto impacto científico, con lo que su teoría, amén de parecer de una lógica aplastante, se ve refrendada cuando la ponemos bajo el prisma de los estudios científicos.
El número de enfermedades estudiadas en los últimos tiempos en este sentido, es cada vez mayor, encontrándonos muchas sorpresas en causalidad o empeoramiento de patologías hasta ahora no sospechosas de guardar relación con nuestra alimentación. Si bien la afirmación “SOMOS LO QUE COMEMOS” no es del todo cierta, ya que la carga genética es de una importancia vital, si es cierto que si comemos inadecuadamente despertaremos o agravaremos los males que, genéticamente, estamos predestinados a padecer en mayor o menor medida.