domingo, 18 de marzo de 2012

El mono "obeso"


 Cuando decimos que algunos de los alimentos más consumidos por el ser humano actual son biogeneticamente inapropiados, lo hacemos basándonos en diversas teorías que tienen como patrón común el estudio de la evolución humana y su nutrición en cada etapa de la misma. Decir que alimentos como la leche de otros animales o los cereales son nuevos para la humanidad, a pesar de que se consumen desde hace más de 9000 años, puede resultar chocante, pero si tenemos en cuenta que la evolución desde los primeros primates hasta ahora ha sido de 10000000 de años, podemos aseverar que sólo llevamos un 0,01% de nuestro tiempo evolutivo consumiéndolos.

En su libro: EL MONO OBESO, LA EVOLUCIÓN HUMANA Y LAS ENFERMEDADES DE LA OPULENCIA, DIABETES, HIPERTENSIÓN, ARTERIOESCLEROSIS; el autor extremeño José Enrique Campillo Álvarez, hace un recorrido por las distintas etapas de nuestra evolución, planteando hipótesis sobre la adaptación biológica y fisiológica a las distintas condiciones que el planeta fue presentando en la misma. Como conclusión, el autor, doctor en medicina por la universidad de Granada y catedrático de fisiología en la universidad de Extremadura, plantea una dieta que respeta los porcentajes de macronutrientes y de alimentos tomados a lo largo de nuestra evolución, siendo menos de un 2% el apartado que deja a los cereales.

¿Por qué nos empeñamos en cambiar los designios de la biología?
La evolución, marca unos tiempos extraordinariamente dilatados, usando a menudo millones de años para modificar conductas, entre ellas las alimenticias. Sin embargo, nosotros ponemos en la base de la pirámide alimenticia a aquellos que más tarde llegaron a nuestra mesa. 9000 años en tiempo evolutivo es una auténtica mezquindad, menos del 0,01% del tiempo total de evolución, por tanto menos del 0,01% de influencia en los cambios genéticos, pero nosotros le damos un protagonismo del 50% o más. Y nada les digo de los alimentos procesados que surgen tras la Revolución Industrial, hace menos de 200 años, que supone un 0,0002% de influencia epigenética. A pesar de ello, en algunas sociedades modernas, como la norteamericana, el peso de estos alimentos es considerable, claro que los valores de salud también son considerablemente malos en ese país.

Consciente o inconscientemente nos pasamos la vida intentando imitar las condiciones en las que se tuvieron que desenvolver nuestros antepasados remotos. Dedicamos horas a hacer deporte, porque nuestro diseño anatómico es esencialmente dinámico, hacemos severas dietas para equilibrar la ingesta y el gasto de calorías que no se produce de manera natural como en los animales salvajes, diseñamos calzado que trata de imitar las condiciones de inestabilidad del terreno para mejorar a través del sentido propioceptivo del movimiento y la estática, etc; pero, sin embargo, comemos a base de productos que nada tienen que ver con lo natural primigenio.  En la corriente de tendencias sobre salud que nos indica que la imitación del pasado remoto ofrece los mejores resultados no podemos olvidar el tipo de alimentos consumidos y no sólo la cantidad, si queremos comprobar como un estilo de vida más natural es garantía de buena salud.

Román Ventura

martes, 6 de marzo de 2012

La suplementación de cálcio en la menopausia... ¿un peligro?


Ante la incidencia de la osteoporosis en la mujer menopáusica, así como sus consecuencias en forma de fracturas o dolor, los tratamientos consistentes en la suplementación de calcio, en ocasiones cuando aún esta etapa no se ha asentado del todo, se han extendido en las últimas décadas. Sin embargo, los estudios demuestran que la incidencia de fracturas de fémur en mujeres del mundo occidental, donde se llevan a cabo las terapias con calcio suplementado, es mayor que en otros países. Así mismo, algunas investigaciones relacionan la ingesta de calcio en postmenopausia con aumento de incidencia de patologías cardiacas.

En realidad, el calcio es necesario en toda nuestra vida, más aún tras la conclusión de la etapa fértil de la mujer con los cambios hormonales a los que se ve abocada. Lo que ocurre es que el calcio necesita de otros para su absorción y almacenamiento correctos en nuestro organismo. Los principales reguladores del calcio son la PTH, por un lado, y la vitamina D, por otro. La primera porque regula la presencia del calcio en sangre, mientras que la segunda controla la salida y entrada de calcio del hueso. De esta manera, si los niveles de PTH o vitamina D no son los adecuados, nos podemos poner ciegos a calcio que este no irá donde debe, de hecho se fijará en tendones como los del manguito de los rotadores, o intervendrá negativamente en el ritmo cardiaco, provocando arritmias o incluso infartos, o se unirá al hueso de manera no uniforme, provocando zonas hipercalcificadas y otras descalcificadas. A pesar de ello, se sigue pautando calcio sin tener en cuenta los niveles de PTH o vitamina D, con las consecuencias relatadas, de las que la menos importante es el fracaso en el frenado de la osteoporosis.

Los principales mecanismos para la regulación de la vitamina D son la exposición al sol o la suplementación en invierno, mientras que la PTH depende directamente del magnesio, presente en brásicas (verduras de hoja verde) y algunos frutos secos.

En un papel más secundario queda la vitamina C y otros micronutrientes.