martes, 10 de abril de 2012

Cazadores y Recolectores


Los extraordinarios marcadores de salud de algunas poblaciones de cazadores-recolectores en diferentes puntos del planeta llamaron la atención de investigadores en las últimas décadas. ¿Por qué poblaciones situadas en el Pacífico, Alaska o Paraguay tienen marcadores de salud excelentes y muy parecidos, a pesar de la distancia?

Si observamos las dietas de estos distintos grupos podemos llegar a la conclusión que estas no intervienen significativamente en la consecución de esos marcadores excelentes de salud. Mientras unos basan su aporte calórico en los animales, otros lo hacen en los vegetales y aún otros comen tanto animales como vegetales. Sin embargo, el cambio en los marcadores de salud de alguna tribu esquimal coincidiendo con la  introducción de la dieta típica norteamericana, llamó la atención de los investigadores poderosamente, creando una corriente que ha buscado la relación entre dieta y salud con múltiples investigaciones.

Efectivamente, en las últimas décadas, los distintos estudios vienen a demostrar que si hay algo en común entre las diferentes tribus con marcadores de salud excelente, con ausencia de acné, asma, hipertensión arterial, hipercolesterolemia, accidentes cerebrovasculares, cardiopatías, algunos tipos de cáncer, osteoporosis, diabetes tipo 2, etc; esto es, la naturalidad de los productos consumidos, es decir, todas estas tribus son cazadores recolectores.

Ante la realidad cada vez más demostrada de una dieta sana, cuya principal característica es consumir productos al margen de las revoluciones agrícolas e industrial, han surgido tendencias como la de los paleodietistas y similares, que defienden con estudios en la mano, la maldad de aquellos productos provenientes de la actividad agrícola, tales como los cereales, legumbres, leches de animales, etc; o de aquellos originados en  la revolución industrial, como todos los alimentos procesados. Los paleodietistas abogan por una alimentación lo más parecida posible a la que tenían nuestros antepasados de la edad de piedra, no en vano fue la única que conocimos durante millones de años, siendo muy reciente la incorporación de los nuevos alimentos, a penas 10000 años, con lo que el conflicto dieta-genética está servido.

Lo más interesante de los paleodietistas y otros similares es que aportan estudios serios, publicados en revistas de alto impacto científico, con lo que su teoría, amén de parecer de una lógica aplastante, se ve refrendada cuando la ponemos bajo el prisma de los estudios científicos.
El número de enfermedades estudiadas en los últimos tiempos en este sentido, es cada vez mayor, encontrándonos muchas sorpresas en causalidad o empeoramiento de patologías hasta ahora no sospechosas de guardar relación con nuestra alimentación. Si bien la afirmación “SOMOS LO QUE COMEMOS” no es del todo cierta, ya que la carga genética es de una importancia vital, si es cierto que si comemos inadecuadamente despertaremos o agravaremos los males que, genéticamente, estamos predestinados a padecer en mayor o menor medida.

domingo, 18 de marzo de 2012

El mono "obeso"


 Cuando decimos que algunos de los alimentos más consumidos por el ser humano actual son biogeneticamente inapropiados, lo hacemos basándonos en diversas teorías que tienen como patrón común el estudio de la evolución humana y su nutrición en cada etapa de la misma. Decir que alimentos como la leche de otros animales o los cereales son nuevos para la humanidad, a pesar de que se consumen desde hace más de 9000 años, puede resultar chocante, pero si tenemos en cuenta que la evolución desde los primeros primates hasta ahora ha sido de 10000000 de años, podemos aseverar que sólo llevamos un 0,01% de nuestro tiempo evolutivo consumiéndolos.

En su libro: EL MONO OBESO, LA EVOLUCIÓN HUMANA Y LAS ENFERMEDADES DE LA OPULENCIA, DIABETES, HIPERTENSIÓN, ARTERIOESCLEROSIS; el autor extremeño José Enrique Campillo Álvarez, hace un recorrido por las distintas etapas de nuestra evolución, planteando hipótesis sobre la adaptación biológica y fisiológica a las distintas condiciones que el planeta fue presentando en la misma. Como conclusión, el autor, doctor en medicina por la universidad de Granada y catedrático de fisiología en la universidad de Extremadura, plantea una dieta que respeta los porcentajes de macronutrientes y de alimentos tomados a lo largo de nuestra evolución, siendo menos de un 2% el apartado que deja a los cereales.

¿Por qué nos empeñamos en cambiar los designios de la biología?
La evolución, marca unos tiempos extraordinariamente dilatados, usando a menudo millones de años para modificar conductas, entre ellas las alimenticias. Sin embargo, nosotros ponemos en la base de la pirámide alimenticia a aquellos que más tarde llegaron a nuestra mesa. 9000 años en tiempo evolutivo es una auténtica mezquindad, menos del 0,01% del tiempo total de evolución, por tanto menos del 0,01% de influencia en los cambios genéticos, pero nosotros le damos un protagonismo del 50% o más. Y nada les digo de los alimentos procesados que surgen tras la Revolución Industrial, hace menos de 200 años, que supone un 0,0002% de influencia epigenética. A pesar de ello, en algunas sociedades modernas, como la norteamericana, el peso de estos alimentos es considerable, claro que los valores de salud también son considerablemente malos en ese país.

Consciente o inconscientemente nos pasamos la vida intentando imitar las condiciones en las que se tuvieron que desenvolver nuestros antepasados remotos. Dedicamos horas a hacer deporte, porque nuestro diseño anatómico es esencialmente dinámico, hacemos severas dietas para equilibrar la ingesta y el gasto de calorías que no se produce de manera natural como en los animales salvajes, diseñamos calzado que trata de imitar las condiciones de inestabilidad del terreno para mejorar a través del sentido propioceptivo del movimiento y la estática, etc; pero, sin embargo, comemos a base de productos que nada tienen que ver con lo natural primigenio.  En la corriente de tendencias sobre salud que nos indica que la imitación del pasado remoto ofrece los mejores resultados no podemos olvidar el tipo de alimentos consumidos y no sólo la cantidad, si queremos comprobar como un estilo de vida más natural es garantía de buena salud.

Román Ventura

martes, 6 de marzo de 2012

La suplementación de cálcio en la menopausia... ¿un peligro?


Ante la incidencia de la osteoporosis en la mujer menopáusica, así como sus consecuencias en forma de fracturas o dolor, los tratamientos consistentes en la suplementación de calcio, en ocasiones cuando aún esta etapa no se ha asentado del todo, se han extendido en las últimas décadas. Sin embargo, los estudios demuestran que la incidencia de fracturas de fémur en mujeres del mundo occidental, donde se llevan a cabo las terapias con calcio suplementado, es mayor que en otros países. Así mismo, algunas investigaciones relacionan la ingesta de calcio en postmenopausia con aumento de incidencia de patologías cardiacas.

En realidad, el calcio es necesario en toda nuestra vida, más aún tras la conclusión de la etapa fértil de la mujer con los cambios hormonales a los que se ve abocada. Lo que ocurre es que el calcio necesita de otros para su absorción y almacenamiento correctos en nuestro organismo. Los principales reguladores del calcio son la PTH, por un lado, y la vitamina D, por otro. La primera porque regula la presencia del calcio en sangre, mientras que la segunda controla la salida y entrada de calcio del hueso. De esta manera, si los niveles de PTH o vitamina D no son los adecuados, nos podemos poner ciegos a calcio que este no irá donde debe, de hecho se fijará en tendones como los del manguito de los rotadores, o intervendrá negativamente en el ritmo cardiaco, provocando arritmias o incluso infartos, o se unirá al hueso de manera no uniforme, provocando zonas hipercalcificadas y otras descalcificadas. A pesar de ello, se sigue pautando calcio sin tener en cuenta los niveles de PTH o vitamina D, con las consecuencias relatadas, de las que la menos importante es el fracaso en el frenado de la osteoporosis.

Los principales mecanismos para la regulación de la vitamina D son la exposición al sol o la suplementación en invierno, mientras que la PTH depende directamente del magnesio, presente en brásicas (verduras de hoja verde) y algunos frutos secos.

En un papel más secundario queda la vitamina C y otros micronutrientes.

lunes, 27 de febrero de 2012

¿Indice glicémico o carga glicémica?


A menudo, cuando consultamos textos a cerca de nutrición y salud, se nos hace referencia al índice glicémico, sobre todo relacionándolo con problemas de diabetes tipo 1 o tipo 2. Pero, ¿Qué significa que un alimento tenga un índice glicérico elevado?

El índice glicémico mide la capacidad de subir la glucemia (nivel de glucosa en sangre) por parte de los hidratos de carbono de un alimento en comparación con los de la glucosa pura. Es decir, compara carbohidratos de un alimento concreto con los carbohidratos de la glucosa. El porcentaje que logre, siendo 100 el de la glucosa pura, en comparación será su valor, es decir, que si la glucosa en sangre sube un 75% con 50 gramos de carbohidratos de un alimento concreto con respecto a los 50 gramos de carbohidratos de la glucosa, diremos que el índice glicémico de dicho alimento es 75. Con estos datos se establece que por debajo de 50 es un índice bajo, entre 50 y 60 es medio y por encima de 60 es alto.

El problema es que la concentración de carbohidratos de los alimentos no es la misma para todos y así pudiera darse el caso que una fruta tuviese un alto índice glicémico, porque sus carbohidratos suben considerablemente la glucemia, pero por otra parte su concentración no es muy alta, y en 100 gramos podríamos encontrar pocos carbohidratos, como en el caso de la sandía, de elevado índice glicémico y mucha composición acuosa, con poca cantidad de carbohidratos por unidad de peso. Para solucionar este problema, en 1997, se introduce un nuevo valor por parte del departamento de nutrición de la universidad de Harvard, la carga glicémica, que mide la subida de la glucemia teniendo en cuenta, no sólo la capacidad de hacerlo de los carbohidratos de un alimento, sino la presencia de estos en una cantidad concreta del mismo. Así, se habla de carga glicémica baja hasta 11, media de 11 a 20 y alta más de 20.

Sin embargo, todavía son muchos los textos que hacen referencia al índice y no a la carga, sobre todo porque en la mayoría de los casos suele coincidir los niveles altos, medios o bajos de uno con los de la otra para el mismo alimento. No obstante, si usásemos siempre la carga glicémica como valor de referencia, nos aseguraríamos estar hablando con un valor más correcto, que nos permite medir el aumento de la glucemia por cantidad de alimento ingerido y no por lo glucemiante que sean sus carbohidratos, pudiendo olvidarse la proporción de estos en el peso total del mismo.

jueves, 9 de febrero de 2012

Alergias y Nutrición, una relación muy estrecha


Seguro que todos hemos oído hablar o de hecho sufrimos en nuestras carnes una alergia alimentaria. Los huevos, el marisco, algunos frutos secos, etc; son alimentos que provocan reacciones en algunos de nosotros del tipo de hinchazón, sarpullido, eccema o broncoespasmo. Estas reacciones se deben a alergias inmediatas, es decir, de las que tienen lugar en las seis horas siguientes a entrar en contacto con el alimento que las origina. Pero, ¿son estas las únicas alergias producidas por lo que comemos?

Por desgracia para nosotros, la mayoría de las reacciones alérgicas asociadas a alimentos pasan desapercibidas. La mediación de las IGE, responsable de las alergias inmediatas, es minoritaria, mientras que las mediadas por IGG o linfocitos son más frecuentes, pero al no producirse en las horas siguientes al consumo del alimento, no lo relacionamos con ello.

En general, los alimentos que más consumimos son los que más fácilmente podrían desarrollar una alergia. Esta podría empezar por una intolerancia, favorecida por una hiperpermeabilidad de la pared intestinal, que dejaría pasar moléculas demasiado grandes y que provocarían la respuesta del sistema inmune. Síntomas como gases, dolor abdominal, digestiones lentas o difíciles, pesadez, dolor de cabeza, etc, que se presentan un día cualquiera, pueden estar relacionadas con algo que comimos en los días anteriores, lo cual dificulta el diagnóstico de estos pacientes.
En principio, cualquier persona que sufra de manifestaciones alérgicas del tipo eccema, sinusitis, broncoespasmo o picores; debe descartar que algún alimento provoque o acentúe estos signos. También, cuando los síntomas de mala digestión que hemos señalado anteriormente no pueden ser asociados a una hipoclorhidria o un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino, es preceptivo estudiar al paciente desde la perspectiva de las alergias.

Algunos autores manifiestan que en los casos de mala digestión, es mayoritario el origen alérgico alimentario, por encima del sobrecrecimiento bacteriano o de la hipoclorhidria.

No obstante, el diagnóstico no es sencillo, ya que ninguna prueba puede decirnos con exactitud que alimentos nos provocan reacciones alérgicas, incluso muchas de éstas nos pasan desapercibidas porque son totalmente asintomáticas. Además, se dan casos en que después de hacer una dieta de desafío para descubrir que alimentos nos provocan reacción y descubrir que ninguno lo hace, al volver con toda la alimentación de nuevo, los síntomas reverdecen con mayor fuerza o con cambios en su manifestación. Esto nos hace pensar que las mezclas de algunos nutrientes pueden causar la reacción en algunos individuos con lo que la dificultad en el diagnóstico y el tratamiento aumenta considerablemente.

Averiguar que alimentos están relacionados con los padecimientos que sufrimos y eliminarlos de nuestra dieta puede darnos unos resultados sorprendentes, logrando dar con la solución a problemas que nos ´habían hecho peregrinar por un sinfín de especialistas, vaciando nuestras carteras y nuestras esperanzas.

jueves, 26 de enero de 2012

El miedo al sol....... Mata!!! (Vitamina D)


En los últimos años el respeto que todos debemos tener a la hora de exponer nuestro cuerpo a la radiación solar se ha transformado en algo paranoico por parte de muchos profesionales de la salud, olvidando que el Sol ha participado en nuestro desarrollo como especie a nivel biológico, interactuando con nuestro organismo en reacciones fisiológicas como las mediadas por la vitamina D o la melanina.

En los últimos tiempos se ha dado a conocer el papel estelar de la vitamina D en múltiples funciones encimáticas. Tejidos como la próstata, cerebro, hueso o epitelio tienen en ella un elemento fundamental, y su déficit, nos predispone hacia el cáncer de próstata o colon, la artritis reumatoide, la diabetes tipo 1 (insulinodependiente), esclerosis múltiple, osteoporosis o inflamación crónica de bajo grado, entre otras.

Hasta hace unos lustros, sólo se la tenía en cuenta para diagnosticar el raquitismo en niños o la osteomalacia en adultos, siendo su valor mínimo de referencia 14 nanogramos por decilitro en sangre. Sin embargo, los estudios de intervención realizados en los últimos tiempos dicen que los niveles de vitamina D más seguros para evitar los importantes procesos que mencionábamos anteriormente, deben estar por arriba de 40 ó 50 nanogramos por decilitro, y nunca menos de 32.  Lo curioso es que los valores de referencia de los distintos laboratorios, hacen caso omiso a estas investigaciones y siguen empleando los 14 nanogramos como nivel mínimo.

Las estimaciones hechas sobre la posible incidencia de la hipovitaminosis D en la mortalidad general de la población, hablan de 15 a 25 veces más casos por déficit de vitamina D, es decir, por no tomar el sol que por melanoma. Por tanto, y sin volvernos locos a achicharrarnos como costillas en una parrilla, es bueno tomar algo de sol 3 ó 4 veces por semana en brazos y piernas. La exposición al astro rey, dependerá de la latitud geográfica, época del año y tonalidad de la piel, existiendo tablas y páginas en la red que te valoran los tres parámetros y te dan la resultante en tiempo de exposición recomendado. No obstante, lo de sentido común es tomar el sol hasta ponerte de color rosa, sin llegar nunca al rojo.

Por su parte la suplementación con vitamina D, se va haciendo necesaria en mayor cuantía, a medida que vamos alejándonos del Ecuador en el mapa, ya que a mayor latitud, tanto norte como sur, serán menos los meses con una buena exposición solar. También, se debe suplementar a aquellos que a pesar de vivir en zonas con mucha luz solar, no se exponen a la misma.
a lamisca..

Tampoco debemos olvidarnos de la relación entre toma de vitamina D suplementada y mejora del rendimiento deportivo.
En fin, que las exageraciones nunca fueron buenas, y recomendamos una exposición moderada al sol, previa a la crema de protección solar, que no debe hacerse en horas centrales del día ni por mucho tiempo. Debemos desmitificar el poder dañino del astro rey y empezar a verlo como un aliado en salud y no como una amenaza.